Nos tenemos que preguntar todos qué hacemos con el Arte de cara a Museos o a Exposiciones, a ser conservado, pues estamos dentro de unos periodos de reflexión importante para escribir ese futuro expositivo del Arte Antiguo pero también ya del Arte Moderno.
Estamos asistiendo a Exposiciones sobre artistas muy conocidos, en España o en Europa, en los que sin obras originales o con mínimas obras originales, montan una exposición muy interesante, a veces incluso muy cara de visitar, en donde se busca la pedagogía, el disfrute de las obras de los autores desde otros puntos de vista, y con la utilización de nuevas tecnologías.
Y curiosamente el éxito de público es muy suficiente en estos proyectos privados que en realidad son negocios bien realizados.
Pero me quiero acercar más a otro asunto en paralelo. La seguridad de algunas obras debe estar por encima de toda demostración.
Sé que los espectadores, todavía, de momento, solo somos capaces de disfrutar de algo si nos lo creemos. Y si lo que vemos, sabemos ya que no es el original, lo vemos cormo un juguete, como algo falso y sin valor.
Estos conceptos cambiarán en unos años por las ventajas de los otros modelos expositivos, y por las dificultades de mostrar los originales siempre y en todos los lugares.
Estos conceptos cambiarán en unos años por las ventajas de los otros modelos expositivos, y por las dificultades de mostrar los originales siempre y en todos los lugares.
No se puede estar haciendo viajar algunas obras, sin tener problemas de seguridad y de durabilidad de las obras.
Todas las obras de Arte NO NOS PERTENECEN, no son de nadie de los que hoy estamos vivos. Y tenemos sistemas y procesos para lograr dos cosas fundamentales.
Mostrar las obras con la misma calidad que los originales, y sin ser los originales.
Garantizar que se pueden ver sin sufrir daño, aunque lo que se muestre sea algo tremendo de tamaño o de valor, y esté constantemente viajando.
Podemos poner varios ejemplos fáciles, sencillos.
La Venus de Milo. La Dama de Elche. La Maja Vestida. Las Meninas. El Guernica. La Piedra de Rosetta. Libro de Horas de los Zúñiga.
Son obras únicas que no deberían degradarse absolutamente nada. No deberían correr ningún riesgo. Y para ello debemos hacer un trato entre los países o Museos poseedores de estas obras al menos de forma temporal, y la sociedad en general que debe creerse que es la única manera de ver bien estas obras de tanto valor histórico.
Todas las obras de Arte NO NOS PERTENECEN, no son de nadie de los que hoy estamos vivos. Y tenemos sistemas y procesos para lograr dos cosas fundamentales.
Mostrar las obras con la misma calidad que los originales, y sin ser los originales.
Garantizar que se pueden ver sin sufrir daño, aunque lo que se muestre sea algo tremendo de tamaño o de valor, y esté constantemente viajando.
Podemos poner varios ejemplos fáciles, sencillos.
La Venus de Milo. La Dama de Elche. La Maja Vestida. Las Meninas. El Guernica. La Piedra de Rosetta. Libro de Horas de los Zúñiga.
Son obras únicas que no deberían degradarse absolutamente nada. No deberían correr ningún riesgo. Y para ello debemos hacer un trato entre los países o Museos poseedores de estas obras al menos de forma temporal, y la sociedad en general que debe creerse que es la única manera de ver bien estas obras de tanto valor histórico.
Todas estas obras se pueden fotografiar (por profesionales) para crear copias de altísima calidad que permiten ver todos los detalles con todos los contrastes y todos los matices de colores que es capaz de mostrar la obra ante el ojo humano.
Todas se puede reproducir en relieve, a tamaño natural, con todos los detalles de las obras originales.
Todos admitimos que en el cine, la televisión o en las series que vemos desde el sofá, nada es real. Aquellas personas que vemos allí no existen, nunca han existido de verdad tal y como se nos muestran, todo es ficción y nos lo creemos. Incluso lo que es historia lo vemos desde el punto de vista de una serie de profesionales de la ficción fotográfica o de sonido o de vestuarios, por poner ejemplos.
Nadie exige ver en realidad a los personajes, nadie osa solicitar la escena del asesinato en formato real. No lo necesitamos. Y disfrutamos del todo, y nos lo creemos pues nunca hemos tenido otra cosa similar pero de forma real.
En los Museos se debe acabar el concepto de "Almacenes" pues eso ya no puede funcionar muchos años más. Los Museos deben tener vida, moverse, cambiar, respirar.
Y por otro lado deben explorar los conceptos de ser más pedagógicos sin ser pedantes, utilizando las nuevas tecnologías. Añadiendo conceptos de inmersión del visitante para que no se sienta aburrido, y sobre todo para que si quiere pueda ampliar las visitas. No todos los visitantes quieren ver la misma cantidad de información.
Podemos ver las Meninas originales en una gran sala, pero a su vez podemos tener una sala a su lado en donde se nos muestre toda la historia de los personajes.
No es obligatorio entrar y permanecer.
Y a su vez podemos ver los detalles de las pinceladas de Velázquez, podemos observar de cerca y ampliado el tejido de algunas ropas, podríamos intuir qué está pintando el propio Velazquez en ese gran cuadro y verlo de frente.
Incluso imaginarnos los olores de la escena de Las Meninas, los sonidos, las voces de algunos de los personajes. Curiosamente todo esto ya se está haciendo en algunas exposiciones, pero sin las obras originales.
Y se paga un buen dinero por la entrada, aunque no lo consentiríamos en un Museo Público aunque la entrada fuera gratuita, pues diríamos que nos están engañando.
Es verdad que están los derechos de imagen, el famoso Derecho de Copyright o de Autor. Que es además diferente entre países.
Actualmente, "Las Meninas" es una obra que se encuentra en el Museo del Prado en Madrid, y aunque el museo tiene derechos sobre las reproducciones específicas que ellos realizan (por ejemplo, fotografías de alta resolución que toman ellos mismos), no tienen el copyright sobre la obra de arte original de Velázquez.
La obra en sí misma es de dominio público.
Es decir, el problema es lograr que el Museo deje fotografiar con altísima resolución la obra, cualquier obra, una vez y para muchos años de no sufrir las visitas.
He puesto este ejemplo de Las Meninas como podría haber elegido cualquier otro. Pero para eso están los acuerdos, los intercambios, los apoyos hacia nuevas maneras de ser responsables, hacia obras únicas que no nos pertenecen a nadie y que ya son de Dominio Público.
Somos solo los guardianes, pues necesitamos conservar todo lo que nos hemos encontrado, para que dentro de 1.000 años se siga disfrutando.