El italiano Giotto di Bondone, pintor y arquitecto, a principios del siglo XIV era reconocido públicamente como "el maestro más soberano de la pintura de su tiempo, que dibujaba todas sus figuras y sus posturas de acuerdo con la naturaleza" y de su "talento y excelencia".
Alrededor del año 1305, Giotto ejecutó su obra más influyente, los frescos interiores de la Capilla Scrovegni en la ciudad de Padua que en 2021 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
Vemos arriba un detalle de esos frescos de Giotto en la capilla de los Scroverianos, pintados entre 1303 y 1306, que muestra El beso de Judas a Jesús. Esta capilla de los agustinos llamada también "Capilla de la Arena" que marcaron el inicio de una revolución en la pintura mural e influyeron en la técnica, el estilo y el contenido de los frescos durante todo un siglo.
En realidad no pintó esta enorme obra él solo pues era totalmente imposible, sino ayudado por unos 40 artistas que realizaban los trabajos más de batalla, para se calcula en un año el tiempo necesario para poder tener terminada la capilla que iba a ser un oratorio encargado a Giotto por el rico banquero de Padua, Enrico Scrovegni para después convertirse en la iglesia en donde serían enterrados.
Hablamos de una Capilla en Padua, decorada por Giotto entre 1302 y 1305, que contiene aproximadamente 1.000 metros cuadrados de pintura al fresco en su interior y que abarca tanto las paredes como la bóveda de la capilla, cubriendo escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, así como el famoso Juicio Universal en la contra fachada. Una de las obras en fresco más grandes que se conservan.
En el detalle de arriba vemos a Judas Iscariote entregando y traicionando a Jesús y maestro por treinta monedas, con la señal para hacerlo que tradicionalmente se afirma, de darle un beso delante de las tropas romanas para que supieran distinguir quien era el señalado.
Giotto consigue en este espectacular fresco transmitir el efecto de tumulto y confusión que produjo la traición. Entre multitudes con palos y antorchas al más puro estilo de las películas bélicas actuales, se sitúan los dos personajes, en el centro justo de la composición. Jesús petrificado, pero sereno, y Judas envolviéndolo con su manto para darle el beso de la traición.
Vemos también un malhumorado San Pedro (otro con aureola), que le corta la oreja a Malco con un cuchillo, uno de los criados del Sumo Sacerdote (dicen que Jesucristo se la volverá a poner después) y al fondo ya aparecen las tinieblas que describe la Biblia en este episodio de violencia y que Giotto representa con el azul lapislázuli, el pigmento de moda en aquellos siglos.
Giotto está considerado como el primer gran artista moderno, incluso mucho antes del renacimiento, como demuestra en esta escena tan maravillosamente realizada, donde el sentido tridimensional y la presencia física de los personajes son completamente inéditos para la época. Un adelantado a su tiempo que asentó las bases de la que sería la nueva pintura.