René Magritte, ese enigmático pintor surrealista francés que pintaba lo que soñaba aunque estuviera despierto, nos legó una profunda reflexión sobre el concepto de progreso: "El progreso es una idea descabellada. Es una idea loca". Esta afirmación, a primera vista desconcertante, invita a una profunda reflexión sobre el sentido de nuestro avance como sociedad.
El pintor belga vinculaba el progreso a la búsqueda incesante de un "bien absoluto", una meta inalcanzable que justifica cualquier medio.
Sin embargo, esta búsqueda constante puede generar paradojas: ¿El progreso, al ser sinónimo de cambio constante, nos aleja de la estabilidad y la felicidad? ¿No estaremos condenados a una eterna insatisfacción, siempre deseando lo que aún no tenemos? ¿El progreso es malo? ¿El conservadurismo es bueno? Cuando ya has obtenido el progreso que deseas… ¿debes optar por ser conservador para no perder lo conseguido?
El conservadurismo como contrapunto
Ante esta visión pesimista del progreso, surge la figura del conservador. Aquel que, ante los embates del cambio, prefiere aferrarse a lo conocido y probado. Pero, ¿es el conservadurismo la única alternativa al progreso desenfrenado? ¿No existe un punto medio entre la rigidez y la inestabilidad?
La libertad como equilibrio
Magritte, en su célebre aforismo "La libertad es la posibilidad de ser y no la obligación de ser", nos ofrece una salida a este dilema. La verdadera libertad no reside en la imposición de un modelo de progreso, ni en la defensa férrea de lo establecido, sino en la capacidad de elegir nuestro propio camino.
Reflexiones para finalizar
La pregunta sobre el progreso es una cuestión que ha inquietado a filósofos y pensadores desde tiempos inmemoriales. ¿Estamos realmente avanzando hacia un futuro mejor? ¿O estamos simplemente girando en círculos, persiguiendo una quimera? ¿Avanzamos y retrocedemos en unas figuras circulares eternas, constantes?
El conservadurismo como contrapunto
Ante esta visión pesimista del progreso, surge la figura del conservador. Aquel que, ante los embates del cambio, prefiere aferrarse a lo conocido y probado. Pero, ¿es el conservadurismo la única alternativa al progreso desenfrenado? ¿No existe un punto medio entre la rigidez y la inestabilidad?
La libertad como equilibrio
Magritte, en su célebre aforismo "La libertad es la posibilidad de ser y no la obligación de ser", nos ofrece una salida a este dilema. La verdadera libertad no reside en la imposición de un modelo de progreso, ni en la defensa férrea de lo establecido, sino en la capacidad de elegir nuestro propio camino.
Reflexiones para finalizar
La pregunta sobre el progreso es una cuestión que ha inquietado a filósofos y pensadores desde tiempos inmemoriales. ¿Estamos realmente avanzando hacia un futuro mejor? ¿O estamos simplemente girando en círculos, persiguiendo una quimera? ¿Avanzamos y retrocedemos en unas figuras circulares eternas, constantes?
Nada es eterno, no es posible tampoco estar siempre progresando si eso significa cambiando, avanzando hacia otro lado. Si nos movemos constantemente, nunca obtendremos lo bueno durante mucho tiempo, pues una vez obtenido como no nos paramos en seguir progresando, se cambiará lo conseguido e iremos hacia otro lado.
Quizás la respuesta esté en encontrar un equilibrio entre el deseo de progreso y la necesidad de preservar aquello que nos hace humanos, felices, mejores. Un equilibrio que nos permita avanzar sin perder de vista nuestros valores y nuestra identidad.
Quizás la respuesta esté en encontrar un equilibrio entre el deseo de progreso y la necesidad de preservar aquello que nos hace humanos, felices, mejores. Un equilibrio que nos permita avanzar sin perder de vista nuestros valores y nuestra identidad.