El Arte va muy unido a las diferentes Culturas. Si vemos un gran fresco sobre las paredes de una gran iglesia católica u ortodoxa nos asombra y enseguida decimos que aquello es Arte. Por ejemplo en el interior de la iglesia de San Antonio de los Alemanes en Madrid o en monasterios de Rumanía.
Pero si vemos una representación religiosa hecha para los pobres, para las gentes que no solían ir a iglesias tan artísticamente decoradas, nos entra la duda de si aquello que vemos es realmente Arte.
Esta imagen que vemos arriba, una estampilla de las que se entregaban a principios del siglo XX y hasta bien entrados en su segunda mitad, e impresa en huecograbado con hilo de oro en sus bordes, es un ejemplo de esas dudas de calificación artística.
Representa a un santo no muy conocido en España, San Pompilio María Pirrotti, fundador de los Pompilianos que tienen varias escuelas por toda España. Un escolapio italiano que en el estampa nos muestra diversas escenas de su trabajo.
Seguidor de San José de Calasanz tomó los hábitos con 17 años y siempre predicó por Italia, pero eso ya no entra aquí, en donde hablamos de Arte.
Y aquí estoy pues, mostrando una opción más, de Arte casi diminuto. Una estampita del tamaño de una tarjeta y que previsiblemente llevarían en su carteras personas de la calle en esos principios de siglo XX.
La encontré en el interior de un libro de segunda mano y estoy seguro que se destinó para rezar y para creer en ella como si fuera una obra mucho mayor.
Una obra de cualquier tamaño o técnica es Arte, si nos produce y provoca algo que no es sencillo de explicar. Y no es necesario que lo acepte así todo el mundo, pues la subjetividad de cada obra hace que para unos sí y para otros no, mientras la obra permanece inalterable.
No opina la protagonista, pues las obras de Arte no hablan por ellas mismas. Al menos de momento.