Sobre un papel algo grueso vamos a depositar unas manchas de acuarelas de calidad para que no pierda color con el paso del tiempo, bocetando las formas del paisaje. Antes habremos dibujado muy suavemente y con pocos trazos lo que va a ser el cuadro final. Nos servirá de guía este boceto a lápiz suave.
Una vez ya manchado todo el papel, dejando algunas zonas sin color para que veamos el blanco del papel, empezaremos con rotulador a dibujar esquemáticamente las formas con dibujos de línea que configuran la obra.
Por capas vamos volviendo a dar colores acuarelables pero más en seco, y a volver a dibujar detalles más concretos del cuadro.
Finalmente y con blanco opaco terminamos de dar luces y contrastes a la obra. Y perfilamos algunas (pocas) líneas negras para que se terminen de ver los detalles importantes y para que el trabajo por capas queda más vivo.
Pueden ser dos capas de color y otras dos de líneas, o ampliar el trabajo a cuatro o cinco capas de cada técnica.