Del siglo IV, inicios casi del cristianismo en Roma es este fresco que vemos arriba, dentro de las catacumbas de la ciudad de Roma, y en donde vemos representado a Jesucristo en el modo más común en que hoy se representa y que se convierte ya desde entonces, en un estereotipo que se repite: un hombre maduro, con barba, pelo largo y una imagen seria y una presencia como de alguien importante que transmite serenidad.
En la parte superior de esta pintura mural al fresco de las Catacumbas de los Santos Pedro y Marcelino en Roma, se muestra a Jesucristo flanqueado, en primera instancia, por la primera y última letra del alfabeto griego, α/Α (alfa) y ω/Ω (omega), para indicar que Cristo es el principio y el final de todo, el que vino desde el Principio y el que estará en el Final.
Además, viendo el mural de frente observamos a su derecha el Apóstol Pedro; a su izquierda el Apóstol Pablo. Estamos hablando de una pintura con más de 1.600 años de antigüedad.
En la parte inferior del fresco, se hallan representados, de izquierda a derecha según Cristo y al revés según el espectador), los mártires Tiburcio (mártir por caminar descalzo sobre las brasas al rojo vivo), Marcelino (sacerdote), Pedro (un exorcista del s. IV) y Gorgonio (un soldado romano). En medio de ellos, el Cordero, como símbolo de Jesús y Dios.
Los frescos de estas catacumbas, que constituyen en su totalidad una auténtica pinacoteca subterránea de aquellos tiempos, discurre en forma de laberinto por pasillos muy estrechos formados por rocas viejas. El olor a tierra que desprende el suelo y un ambiente claustrofóbico con luz tenue intensificada en los mausoleos con frescos en sus paredes y techos, reservados a familias que acudían a rezar en su interior, cuando no a ser enterradas allí, en aquellas capillas, como ha seguido sucediendo en las iglesias católicas.
Uno de los espacios más amplios y valorados de estas catacumbas es la cripta de los mártires Marcelino y Pedro, donde se puede apreciar un espacio que fue excavado alrededor de sus tumbas para permitir las visitas de los peregrinos que acudían a venerarles.