No hay duda de que quien vemos en este retrato es Francisco de Goya, que durante muchas décadas fue atribuido como autorretrato del propio Goya. Ahora hay algunas dudas propiciadas por el Museo de Arte de Boston, que es el propietario de la obra, sobre la autoría real.
Este dibujo de 11 centímetros de altura y realizado entre 1780 y 1783 con grafito y lápiz negro sobre papel verjurado y retocado con difuminos, cuando tenía entre 34 y 37 años, es la obra de un Goya asentado ya en Madrid tras haber realizado numerosas obras en Zaragoza y viajado a Italia, y empezar a ser valorado en su justa medida.
Este dibujo miniatura, guardado por Francisco de Goya entre sus propias pertenencias, pasó a su hijo Javier y luego a su nieto Mariano, hasta que lo compró Valentín Carderera y Solano. A partir de los hijos y nietos de este, la obra se escapó a los EEUU en donde permanece.
En aquellos años, Goya empezaba a trabajar para la Corte en Madrid, era académico de mérito en la Real Academia de San Fernando y pintaba en San Francisco el Grande.
En esta iglesia, en la obra Predicación de San Bernardino de Siena, realiza un autorretrato pintado y muy similar a este dibujo. La mayoría de expertos siempre se han pronunciado sobre la procedencia de Goya como autor de este dibujo, pero es cierto que las dudas sobre los materiales utilizados obliga a tener que seguir estudiando el trabajo.