20.4.24

Autorretrato de Goya, ajeno a lo que sucede


Si quieres conocer al Goya que trabajó en Madrid debes ver esta obra. Nada más entrar en San Francisco el Grande de Madrid, la primera capilla de la izquierda nos deparará a los zaragozanos dos sorpresas. Una pequeña imagen de la Virgen del Pilar y en el altar de la capilla un gran cuadro pintado por Francisco de Goya de casi cinco metros de altura.

El 20 de julio de 1781 Francisco de Goya y otros pintores de la Corte recibieron del conde de Floridablanca el encargo de llevar a cabo la decoración de la basílica de San Francisco el Grande.

El cuadro “San Bernardino de Siena predicando ante el Rey” es un lienzo realizado por Francisco de Goya para la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, donde aún se conserva colgado al culto religioso, y que fue pintado entre los años 1780 y 1784, entre bocetos y obra final.

Francisco de Goya era, en esa época, un joven pintor de cartones para tapices muy reconocido; pero la crisis de Gibraltar, producida al inicio del decenio, provoca la escasez de encargos públicos y hace que el interés del artista se traslade a obras de índole más privada y a obras religiosas. Había salido de Zaragoza bastante enfadado y quería asentarse en Madrid como pintor religioso y de la Corte.

En la actualidad hay dudas sobre si Goya quiso representar al monarca aragonés Alfonso V el Magnánimo o al Rey Renato I de Nápoles recibiendo las bendiciones de San Bernardino de Siena. O si tras decidir pintar a un Rey, recibió indicaciones de que era mejor que fuera otro el monarca representado. Dejó de ser Renato para ser Alfonso.

El artista emprendió esta obra con el fin de ganarse el favor del rey Carlos III, amoldando su forma de pintar al gusto neoclásico que tanto agradaba al Rey. Esto es patente en la ordenación geométrica de la composición, en forma piramidal, con casi todos los personajes mirando al cielo como extasiados.

Se considera que es una de las obras religiosas más logradas de Goya, quedándose él mismo autorretratado en la figura del joven más a la derecha con chaleco amarillo.

El violento escorzo, con una vista de abajo hacia arriba, donde se sitúa el santo iluminado desde el cielo, lo utilizará posteriormente en las pinturas al fresco de San Antonio de la Florida.

El variado y luminoso colorido recuerda las pinturas de cartones para tapices pero detalla el rostro de los personajes, dotándoles de miradas propias y personalidad.

Curiosamente el propio Goya se pinta en la obra totalmente ajeno a lo que en la escena sucede y mirando a los espectadores en vez de a San Bernardino.