La religión católica utiliza el Arte muchas veces para recordarnos la muerte, para afianzar para crear miedo, que la muerte es además de inevitable, algo presente aunque estemos vivos.
Hacia el año 1490, sobre la puerta interior del refectorio (comedor) del convento franciscano de San Juan de los Reyes en Toledo, se colocó, dentro de un arcosolio análogo a los que acogen sepulcros, un esqueleto recostado, a manera de un transi tomb, que recordaba a los comensales franciscanos lo fugaz que es la vida, acompañado de un pasaje de Job: Expecto: Donec: Veniat immutatiomea. Espero hasta que llegue mi transformación.
No se sabe si esta imagen encima de la puerta de entrada al comedor se usaba para que los franciscanos disfrutaran con placer de los frugales alimentos que comían pensando en que todo es temporal, o si para todo lo contrario era un recuerdo para que vieran la muerte cercana, y ayunasen con más rigor y con contrición y penitencia.
De todas formas, es muy posible que lo que estaba bien en el siglo XV, ahora en el XXI nos produzca otras sensaciones y sentimientos.