Tenemos muchas maneras de expresarnos, de intentar explicar qué vemos, de transmitir lo que sentimos con alfabetos artísticos. Y en pintura casi todos ellos utilizan el color para transmitir, para definir qué sienten.
El color describe lo que queremos transmitir. Una hoja es verde. Y no hay duda.
Es verdad que hay muchos verdes diferentes, que incluso hay hojas rojas, amarillas o incluso grises suaves. Y tenemos que admitir que la misma hoja cambia de color si vemos su revés o su cara, si le da el sol o es un día nublado, si la vemos de cerca o ambientada entre miles de hojas.
El color como herramienta que define, es relativo aunque sea muy eficaz.
No todos vemos igual los colores. Ni vemos igual el tono ni la intensidad del color. Yo he vivido gran parte de mi vida viviendo del color, y tras un accidente veo con bastante más color en un ojo que en el otro, incluso con unos tonos más amarillos o menos azules.
El color nos entra por los ojos y se queda en el cerebro esperando ser traducido. Pero en parte ya viene traducido antes, por nuestras convenciones anteriores. La tierra es marrón, el cielo es azul. Una rosa es roja o rosa.
El daltónico acierta perfectamente el color de las hojas, pues su naranja, el que nosotros vemos verde, tiene tantos matices como nuestros verdes. Nosotros lo llamamos verde, ellos lo llaman verde, y lo ven verde aunque si nosotros viéramos como ellos durante media hora diríamos que es naranja.
Los artistas pictóricos sobre todo, utilizan el color para hablar. A veces también el teatro, la escultura, la publicidad, la fotografía, el cine, incluso la literatura cuando intenta explicar situaciones, utilizan el color. La escultura sin duda, e incluso hay música que resulta colorida o apagada.
Ni tdos los verdes son iguales, ni el mismo verde lo vemos igual tú que yo. Por eso con el mismo verde, unos quieren expresar una cosa y otros otra distinta. Es la magia del color que nos atrapa y nosotros lo sabemos utilizar para atrapar a otras personas.