Los cementerios de energía también existen, y a veces los vamos dejando olvidados por las calles. Somos recogedores de basura, somos torpes, pero facilitamos miradas extrañas, poco habituales, curiosas.
En los cementerios de energía quedan los restos, los cadáveres que ya no sirven sino para contaminar. Y como en cualquier cementerio, se van convirtiendo en algo asqueroso, sucio, molesto, y lo dejamos entre las tierra para que todo se vaya descomponiendo poco a poco.
Lo dicho, somos torpes y además con escuela de torpeza.