El Arte del Teatro, de la representación, de explicarnos vidas y hechos falsos como si fueran reales, el arte de inventarse historias y representarlas para nosotros, es seguramente el más antiguo Arte de todos los que existen. Posiblemente más antiguo que la pintura.
Hacemos Arte cuando mentimos, hacemos Teatro cuando nos disfrazamos en la vida de lo que no somos, y aunque eso no está considerado como Teatro artístico, sin duda es Arte pues intentamos engañar, crear algo que es falso, pero de una manera tan real que el único objetivo es hacer creer a quien observa que en realidad somos así como se nos ve.
El Teatro de escenario, en escenario, es fabuloso, se envuelven los actores de un espacio que dominan. Pero el Teatro de Calle es profundamente más complejo y difícil, e incluso menos valorado.
En el Teatro de Calle los actores están desprotegidos. Solo les envuelve una cierta distancia a los espectadores y a veces ni eso. No hay nada que les proteja de su mentira mas que los propios espectadores que les respetan porque se los creen. Y sus disfraces de colores.
Llegamos a un acuerdo entre los actores y los espectadores. Vosotros me contáis mentiras y yo me las creo, disfruto con vuestras historias y os valoro por vuestro trabajo. Como espectador anónimo tampoco nunca me atrevería a realizar vuestro papel y por eso principalmente os valoro en vuestra labor.
Yo recomendaría hacer Teatro de mayores, no de niños que también es una Escuela fabulosa de fábulas. Es una sensación maravillosa pues te enfrentas a una historia que conviertes en tuya simplemente para convencer.
Eres un personaje que nunca has sido con el único deseo de explicar una historia que te estás creyendo, con independencia de que incluso te de asco ese personaje que eres tú en ese momento.
Dejas de ser tú, para ser "otro" y solo para convencer a los espectadores, que son lo único que merece el trabajo que estás realizando. Pero la única manera de convencerles es creerte tu propio personaje.