En arquitectura sobre todo, pero también en todas las Artes, se juega con intentar la grandeza para provocar, entusiasmar, incidir sobre el espectador, apabullarlo incluso. Y la grandeza no solo es como en el caso que vemos arriba, una diferencia descomunal de tamaños entre las personas y el continente. Puede ser mucho más.
Una sinfonía de Wagner puede ser tremenda aunque la escuchemos tumbados en nuestro sofá con unos cascos. La cabalgata de las valquirias es enorme a través de sus sonidos entrando al interior de nuestras sensaciones.
Un cuadro de Miró con unas figuras que no entendemos de forma sencilla pululando sobre un lienzo pueden resultar asombrosas. Un poema con pocas líneas nos puede entrar hasta rompernos.
Si nos fijamos en las pinturas de Altamira, los todos en relieve buscan estar encima del espectador, impresionarles y a su vez darles un respeto máximo. Seguimos pues en eso, haciendo Catedrales enormes, Musicales con decenas de actores, conciertos llenos de música, sonido y color. Los sentimientos interiores hay que provocarlos como sea.