Hablar en la calle es posible, escribir en la calle también. Incluso a veces y sin mucho ruido, se puede gritar y casi no sucede nada.
La calle está para escucharnos, para desahogarnos y gritar, incluso para plantear dudas y dichos, para usarla y si nos atenemos a su historia milenaria, también para utilizarla en todos los sentidos.
Alguien desde Barcelona nos dice que es hora de cambiar el chip, y otro alguien se pregunta indirectamente en qué deberíamos cambiar.
Todo desde la suciedad, la basura urbana, la incertidumbre de no saber bien qué nos quieren decir.
El silencio suele responder a las basuras mal preguntadas.