Publicaba El País esta imagen de una pintura rupestre que se encontraba en Brandberg (Namibia) y ahora está en el Museo del Hombre de París. Miles de años hace que los humanos repartieron sus obras de arte por todo el mundo, a miles de kilómetros de distancia las unas de las otras.
El ser humano tuvo la necesidad en todo el mundo, sin haber tenido nunca contacto entre ellos, sin saber nunca lo que hacían los unos y los otros en África, Europa, en China o en España, en América o en Soria, de plasmar lo mismo, con las mismas herramientas.
Necesitaban explicar qué eran ellos, cómo eran. Necesitaban intentar que sus modos de vida transcendieran más allá de la muerte física.
Se pintaban ellos en sus actividades de riesgo, en la caza generalmente. Y pintaban a sus animales, sus armas o incluso como vemos en la imagen de arriba, pintaban a las mujeres embarazadas con sus adornos en la cabeza o en el trasero. Sabían qué deseaban informar. La mujer iba detrás y tampoco sabemos si es casualidad o causalidad.
Y añadían en todos esos casos símbolos. Fuera en Portugal o en Francia, acompañaban con similares símbolos, con manos en positivo o negativo, con círculos, con líneas, aquellas formas de vida retratada. Volvemos a preguntarnos los motivos para que coincidieran a tanta distancia y sin conocerse, con la necesidad de pintar lo mismo.
E incluso hemos podido datar las fechas aproximadas y sabemos hoy que hay distancias de miles de años entre esos mismos signos, es decir, se mantuvieron en el tiempo, o no en todos los lugares sintieron la misma necesidad a la vez.
El ser humano del que no sabemos si pintaba el hombre o la mujer, o ambos, necesitaba explicar que ellos habían existido, y nos dejaban sus manos impresas en Argentina, en España o en Australia. Todos ellos tenían la misma necesidad interior.
Pero en realidad seguimos sin saber lo sustancial. Hoy nosotros podemos disfrutar y conocer de su existencia, pero no sabemos los motivos interiores que les llevaron a este trabajo artístico inicial. Aunque nos imaginemos con nuestra actual forma de pensar para qué podrían servir, en realidad lo que estamos haciendo es reinterpretar lo que ahora haríamos nosotros en nuestras tribus de amigos y vecinos si uno de nosotros supiera pintar símbolos. Lo aprovecharíamos para mandar, para crear religiones, para producir dependencia de esos símbolos. Pero no sabemos qué forma interior de pensar tenían ellos.