No sé qué se siente cuando con el tiempo se ve una puesta de sol sin antes haberla visto en vivo, si en otro momento no la has vivido en el lugar que ahora se observa.
Hay puntos geográficos en donde las bellas puestas de sol son casi constantes, pues en esos momentos finales del día siempre aparecen brumas o nubes para decorar las miradas.
Lo que atrapa no son solo los colores y las formas de algo tan natural como el cielo, sino posiblemente la sensación de que se acaba algo y de que al desaparecer lo quiere hacer a lo grande, mostrando toda la fuerza de la que es capaz de enseñarnos.
Enseguida será de noche, se irá la luz, pero es como si deseara mostrarnos que es capaz de resucitar cuando ella quiera.
Esta estampa normalita es de Rota en Cádiz. Pero me han impresionado en Salou, Ibiza, Peñíscola o algunos pueblos de Galicia.