Todos tenemos culos, más o menos redondeados, con un tamaño perfecto para las manos o excesivos para los sillones, blandos o duros, lisos o llenos de verrugas, granos o pelos, silenciosos o habladores, salidos o metidos en carnes, amplios o diminutos, con tremenda raja vertical o con ligera apertura hacia el aire, vestidos o desnudos, con ganas y sin ellas.
Los hay húmedos y totalmente resecos, lisos y cuarteados, nuevos y viejos.
Incluso hay culos vegetales ahora que está de moda el veganismo y culos metálicos incapaces de ser palmados. En culos hay mucho donde elegir, mucho que despreciar e incluso mucho que amar en silencio.
Dicen que todos tenemos uno, pero somos muchos los que tenemos al menos dos. Uno abajo y por detrás, y otro encima de la cabeza y que utilizamos para no pensar.