La exposición en donde se mostró esta obra, en La Lonja de Zaragoza (Mirada y Relato) durante el final del año 2017, nos permitió conocer mas a un artista muy polifacético, capaz de mezclar la poesía con la pintura, darle unos toques de escenografía teatral dentro de unas obras que más parecen murales mexicanos que obras de un aragonés cercano.
Son escenas familiares, de calle, de barrios, la que pinta en esta su primera etapa llena de color, de vida, de rostros que nos hablan sin decirnos nada.
Posteriormente irán despareciendo las figuras humanas, aparecerán los paisajes complejos, las luces duras, los grises, para volver a las personas ya en el siglo XXI, pero "otras" personas, otra manera de mostrarlas, de convivir con ellas en sus obras.
No existe un Ignacio Fortún, sino al menos entre cuatro y cinco artistas diferentes, metidos dentro del mismo Fortún de siempre. Tan diferentes en sus fondos que no tanto en sus técnicas, que parece imposible quedarse con uno de ellos si fuera necesario. Seguro que cada espectador, cada crítico, optaría por una etapa distinta.