Nos adaptamos a ver las sombras con arreglo a lo que las envuelve.
Una sombra es negra o gris suave si está entre blancos o entre grises oscuros.
Nuestra mirada es así de caprichosa y de frágil, pues tiene que seleccionar intensidades e incluso temperaturas de color.
¿Cómo es nuestra propia sombra?
Pues depende de quién nos la mire.