La fotografía de retrato tiene una doble versión para el artista. Por una parte se debe reconocer al personaje al que se fotografía, no solo por fuera sino por dentro.
Debe transmitir "algo" que el espectador no conozca, no sea habitual verlo, pero a la vez tiene que ser del agrado de la persona y del fotógrafo, que debe establecer una comunión con quien posa, para lograr ese doble objetivo.
Decir algo al espectador
Ser reconocible y admitido por la persona que se deja fotografiar.
En esta imagen el fotógrafo catalán Jordi Socias lo consigue de El Cigala, no hay duda. Vemos a un artista cazando a otro artista, con un movimiento de su pelo que es la originalidad que es más reconocida fuera de su arte. La mirada acompaña a la fotografía, pero también el traje para completar un cuadro, una obra real de alguien que comunica con la suma de todo eso. Y el intermediario, en este caso el barcelonés Jordi Subías, lo ha conseguido.