Aquel fulano de mal carácter soñaba con libros, se excitaba en las bibliotecas y alcanzaba con convulsiones el cielo cuando se veía rodeado de libros viejos, de miles de hojas llenas de historias que nunca podría leer ni vivir.
Era consciente de que aquellos legajos que podrían estar esperándole en las estanterías nunca le pertenecerían, porque nunca podría abrirlos todos y beberlos porque no disponía de vida suficiente para ello.
Pero disfrutaba de su compañía, del olor de papel viejo y húmedo, de polvo de papel mezclado con polvo de viejo.
Se recreaba paseando entre estanterías y pasillos, entre muebles de madera vieja que se sujetaban precisamente con los libros, entre notas pegadas en los lomos que nunca entendería nadie.
Encendió la cerilla y se sentó en el suelo a esperar.
Antes había escrito en la pared de su puerta de salida un "wih" dejando en la duda el por qué y el con qué.
Se podría resumir en una única palabra. Rabia. Escrita "con" sangre suya.