Nos nos gusta que nos llamen viejos, no nos gusta la palabra vejez. Pero somos viejos, más o menos viejos.
Y debemos acostumbrarnos a esa realidad a la que también vas a llegar tú.
No es un estado bueno, tampoco es malo. Es sobre todo nuevo, decadente, con la incertidumbre de la caducidad.
En muchos casos con el añadido de alguna soledad no deseada.
Pero a veces con el pensamiento lúcido todavía pero cansado y dolorido.
Así que sí, sonreír un poco todos los días es una gran decisión.