El mundo que deberíamos repartirnos debería ser el de la belleza sencilla, el de esa sencilla belleza que podemos encontrarnos en cualquier esquina, pues es la mas democrática de todas. Es gratuita y muy bien repartida.
Una simple flor, en este caso un geranio blanco recién regado con una agua fina, nos muestra sus posibilidades de crear belleza tranquila casi de la nada, y de los elementos más comunes. Una flor de balcón y agua.