La fotógrafa Jill Freedman supo captar en las calles esa esencia vital de unos años muy convulsos y con sus fotografías publicó un libro titulado Policías Callejeros (Street Cops). Se puso a viajar con estos policías de dos Distritos de New York, para seguirles en su trabajo y fotografiar los momentos de más tensión o de curiosidad social.
Sus fotografías son sobre todo de personas que estaban en situaciones complejas, difíciles, y de policías que tenían que intentar entender todo aquello y cumplir con las órdenes que recibían. No solo era violencia de sangre, sino sobre todo violencia de derechos civiles, de pobreza, donde las relaciones entre personas, unos con uniforma oficial y otros con uniforma de pobreza, se mezclaban y se tenían que comprender muchas veces.