Uno de los últimos cuadros al óleo que pintó Francisco de Goya fue un autorretrato realizado en el año 1815 con ya 69 años de edad, en un tamaño algo mayor a un A3 y que es propiedad del Museo del Prado. La mirada de Goya, su aparente desaliño, su ropa y el aspecto casi abocetado de la obra confieren un valor mayor a una obra que en aquellos años ya juega con el modernismo imperante dentro de un romanticismo ya caduca hacia un casi expresionismo inicial, incluso con sensaciones de un impresionismo por la manera de trabajar las pinceladas.
Simplemente Goya nos quiere mostrar su imagen, su mirada e incluso algo de su ya cansancio y posiblemente nada más que eso, que ya es mucho.