Como si nos fuéramos deshaciendo del todo, es así como transcurre el tiempo sobre nosotros. Nos resta trozos válidos y se nos caen, vuelan de nosotros poco a poco sin darnos cuenta.
Un poco de agilidad, algo de mirada, otro poco de memoria, cierta parte de estabilidad, unos pelos de por arriba, un cansancio que no queremos.
Se nos cae a trozos la vida pero no sucede nada pues la elegancia de estar vivos no se sustituye por nada mientras podamos levantarnos y pensar. Seguimos manteniendo hasta el final la gallardía de saber estar.
Y cuando esta ya no quede… entonces… lo mejor es no aparecer sobre las paredes, dajarte llevar en silencio.