Si nos miráramos de cerca, muy de cerca, nos pareceríamos a las pieles de los árboles viejos, llenos de escamas que se nos caen, de pieles secas por la vida, de tonos amarronados y llenos de granos sin vida pero no muertos pues siguen creciendo.
Las escamas son productos de las tormentas de la vida, y siempre molestan. Pero no hay que quitarlas pues dan personalidad. Una persona sin escamas ni arrugas en su interior es una persona vacía de pasado.