Como todos nos vamos transformando poco a poco en nada, llegamos a un punto en que realidad somos ya basuras. Humanas… pero basuras al final. Así que llegados a ese punto nos vemos deformados, sin color, rayados, como pegados contra la pared a modo de chicle excesivamente chupado. Resultamos irreconocibles, pero vamos manteniendo la cara aunque se nos vaya cayendo a pedazos el rostro.
Es imprescindible a partir de ciertas edades tirar todos los espejos de casa. Que sean los demás los que te vean hecho una mierda, que se jodan ellos, pero no tú. Queda prohibido mirarse al espejo, pues eso jode mucho.
Realmente si no hubiera espejos de ningún tipo… ¿cómo nos reconoceríamos? Nos veríamos envejecer mucho más dulcemente.