Podría ser la cara de un dado que se hubiera desmontado para limpiar su mecanismo de suerte. O simplemente una casualidad de un cinco que no sabía qué hacer aquella mañana. Pero ni las casualidades existen ni los mecanismos de los dados dan para tanto.
Así que enseguida pensé que aquello era un virus nuevo que se estaba multiplicando por las paredes de Zaragoza. Y me quedé tan tranquilo, sabiendo que ahora los virus están de moda. Luego, tras irme pensé que era una ficha de dominó desmontada, un cinco blanco y un tres negro. Pero tampoco, pues en la cara negra las fichas no tienen números. Insisto en el virus.