Una flor que se come, una flor ambiciosa, provocadora incluso, una flor que asombra y se abre para acogerte y defenderse, una flor amarilla.
Para provocar lo mejor es ser diferente al entorno, sobresalir, dejar clara tu posición, tu espacio, tus deseos de ser visto enseguida y sin duda.
Si te respetan te admirarán, si te tienen miedo te arrancarán de un golpe seco y se te comerán.