La naturaleza sabe llorar en silencio, casi callada. Pero también llora. Si no fuera importante llorar no saldría de los ojos, que están tan cerca del cerebro. Es tan importante llorar que sale por el gesto de la cara, por los ojos, para que no pierda tiempo recorriendo el cuerpo para buscar la salida. Si quisiéramos esconder el llorar o el reír, lo haríamos con la entrepierna o con el ombligo.
Llorar es necesario para seguir riéndose de la vida. O para permitir que la vida se siga riendo de nosotros.