Ante tiempos de confusión, de incluso irresponsabilidad social, los que gestionan el mundo, Europa, España, mi ciudad, deberían darse una vuelta por algunas zonas de esta vieja Europa siempre herida y revisar sus paredes. Mirar las heridas de sus paredes, preguntar por la sangre y el dolor, repasar las historias y reflexionar sobre el presente.
Todavía es posible visitar en esta Europa del siglo XXI las heridas de cercanas guerras, y si se van disfrazando, siempre van surgiendo otras nuevas, para que no se nos olvide. Somos así de torpes.
Ahora es Azerbaiyán y Armenia, la imagen es de Dubrovnik en Croacia. Todos vecinos, todos cercanos.