Cuando el escultor José Noja Ortega realizó la obra dedicada a Largo Caballero en Madrid nunca pensó que su trabajo pasaría a ocupar más información por su destrucción que por su trabajo en sí mismo. Son cosas de esta sociedad inculta a la que hemos llevado casi al abismo.
Lo de menos es saber quién fue Francisco Largo Caballero ni por qué está junto al Ministerio de Trabajo. Lo importante para los tontos de la incultura es joder al que consideran enemigo utilizando la historia. En breve nos liaremos —tras Colón y las figuras del siglo XX— con las figuras de los romanos, o las religiosas, para terminar destruyendo las pinturas rupestres, pues vete a saber con qué intenciones las hicieron.
¿Pero estas prácticas no las habían realizado hace poco los fanáticos de una religión y nos pareció una barbaridad histórica?