El contexto, el espacio, el momento, el envoltorio de cualquier obra de arte influyen y mucho en su significado. No podemos contemplar de igual manera una obra de teatro en Mérida y su espacio romano que en una sala pequeña y moderna de una gran ciudad. No es posible entender igual un cuadro de Goya si lo observas en el año 1835 a si lo haces en el 2020. No es lo mismo ver una obra musical clásica para tí solo (o en la Fila 1) que hacerlo en un enorme auditorio con 30 filas delante de tu vista, pues todo influye.
De esta manera es imposible hoy entender qué pensarán en el año 2150 de una obra de Joan Miró o de Antonio López. Podemos imaginarlo desde nuestro punto de vista actual, pero nada más. Sobre todo porque no es posible saber hoy qué tipo de Arte se estará realizando en ese año de 2150. Sabemos, eso sí, que se seguirá haciendo Arte y que será diferente al actual, pues así ha venido sucediendo en los últimos miles de años.
El momento histórico influye en cada obra, pero también el contexto técnico, el espacio sobre el que se muestra una obra.
Hoy somos capaces de entender que algunas obras son cine y otras publicidad, algunas son artículos de opinión y otros artículos de información. Dentro de 130 años no tenemos ni idea de dónde estarán las separaciones y los contextos por donde se explicarán las ideas.
Y por eso mismo, algunas de las obras actuales soportarán mucho mejor que otras el paso del tiempo. Pero no sabemos cuales serán y cuales saldrán perdiendo. Simplemente porque no podemos imaginar el contexto sobre el que se moverán en el año 2150.
En la imagen de arriba vemos la cabeza reconstruida (nunca se a fundir en bronce desde el modelo de cera) del Caballo Sforza de Leonardo da Vinci sobre 1490.