Es verdad que junto a esa decisión convivían muchas horas de trabajo en talleres o huertos, de oración repetitiva, muchas malas horas de madrugada antes de salir el sol, comidas escasas y aburridas, frío y humedades, soledad no siempre elegida.
Y el no poder elegir cuándo se entra o se sale es el pilar de lo que resulta tan complicado de aceptar. La piedra cubría y escondía el miedo a no salir, a no poder volver a la normalidad.