Me enamoran las ventanas, me atrapan entre sus sueños —que los tienen—, y me hacen creer que detrás de ellas existe algo. Se callan para disimular sus historias.
Y debe existir algún secreto junto a cada ventana, pues si no ¿para qué ponemos una ventana que es un simple hueco, si no es para asomarse al menos el aire que entra y sale?
Una ventana no es lo que vemos, pues sólo alcanzamos a comprender con nuestra mirada la mitad. Detrás de ella se esconde la intimidad, el secreto, la malicia, incluso la soledad o el dolor. Una ventana es vida callada entre dos espacios.
¿Cuántas veces se habrá abierto esta ventana que vemos aquí, de una calle vieja de Logroño?