Miré hacia arriba y encontré al monstruo. Era ojigrande, cuellicorto, larguibrazo, ipatoso.
Parecía cariñosamente dulce y me sonreía con baba de color avellana, acercándose hacia mí con pasos extraños y lentos. ¿Sería un buen ejemplo?
Creo que intentó decirme algo pero juro que no entendí qué. Creo que preguntaba por una calle.
Le miré de arriba abajo, abrí los ojos como si de un conocido se tratara, sonreí levemente y le lancé una moneda al suelo, mientras daba media vuelta.