Deja dicho Edvard Munch sobre esta obra que hoy conocemos como El Grito: Paseaba por un sendero con dos amigos; el sol se puso. De repente, el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio: sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad. Sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza. Escrito el texto anterior un tiempo antes de dar por terminado su más famosa obra, refleja las sensaciones que le llevaron a construirla
La hemos llamado “El Grito” pero podría ser “El Susto” aunque el propio autor la llama “La Desesperación” en sus primeros tiempos y fue expuesta junto a otras obras reflejando todas ellas la idea del amor en sus distintas fases. Pero sin duda es una obra donde vemos a una persona con gran angustia, con desesperación ante lo que está observando que puede ser un amor que se escapa o un mundo que viene teñido de rojo y dolor. Y aquí es donde entra mucho más que un simple grito.
Pintada la obra principal en el año 1893 pues después de ella el mismo autor realizó otras tres versiones, es en todos los casos una obra anterior a los periodos de las Grandes Guerras, pero parece vaticinar el horror, el drama, los dolores que la sociedad iría viendo en las dos próximas décadas. Una obra de un Edvard Munch joven pues tenía 30 años, demuestra que sin ser un gran dibujante trabaja muy bien el simbolismo y lo conceptual, el expresionismo para contar historias.
Se realizó con témpera, pastel y lápices de cera sobre cartón y eso está creando problemas de conservación para una obra que es un icono del arte del siglo XX aunque se pintara a finales de XIX.