Puedo escribir, pero no quiero.
Las ganas no me vienen,
es como un amor no correspondido
como la sensación de que es fundamental preguntarte ¿para qué?
Y ese es el gran error,
nunca hay que preguntarse nada
por si alguna vez
te viene la respuesta y no te gusta.
Hay que trabajar y corregir,
hay que soñar y despertarte,
hay que responder sin preguntarte,
pues las respuestas sin esperas
son siempre mejores que las soluciones
tras los deseos.
Debo escribir, pero no me atrevo.