El arte surrealista sigue muy vivo y tiene muchas formas de expresión. Empezó la pintura, la poesía y literatura abriendo el campo de los sueños, de las ideas imposibles, pero hoy la fotografía se ha adueñado en gran medida de este campo artístico. Y le ha acompañado el cine o el teatro.
En la imagen podemos ver una realidad modificada según la quiere ver el fotógrafo, para trasmitir algo distinto a lo que se ve en la calle. Uno puede imaginarse un cielo amarillo, y querer mostrarlo para simplemente provocar.
Podemos jugar con los colores, con los encuadres, con las formas, con los tratamientos. El mundo de las ideas surrealistas es inmenso.
Pero sin duda el encuadre en la fotografía es la reina de las posibilidades. Nada hay como elegir el pedazo de realidad que queremos enseñar, elegir solo un trozo de lo que todos ven para enmarcarlo y convertirlo en arte, porque muchos miran pero muy pocos saben ver solo una parte.
Si a un buen encuadre le añadimos un tratamiento de luz y color distinto, tendremos sin duda un vehículo de expresión artística que si se desea puede andar por los caminos del surrealismo artístico.
En fotografía dar un toque personal a las imágenes las puede convertir en imágenes surrealistas propias, si sabemos llenarlas con un sello personal que las confiera una unidad de idea.