Acudí a ver la obra “Dionisio” de Rafael Amargo, o mejor dicho de la Compañía de Rafael Amargo y debo reconocer que me sorprendió doblemente. Por una parte lo flojo del guión, que aunque no afectaba enormemente a la obra pues en realidad iba “de otra cosa” resulta complejo para una obra de ballet y teatro que aspira por el nombre a representar un trabajo clásico.
Pero a su vez me sorprendió por la belleza del espectáculo, su escenografía o el trabajo de la Compañía, excelente y sin poder señalar a ninguno de sus integrantes, estuvieron muy profesionales, muy dignos, muy conscientes de que el ARTE escénico puede tener muchas variables.
Lo de menos, lo recalco, es la excusa de utilizar a Dionisio como el motor de la obra. No lo parece y no encaja bien pues igual podría haber sido una fiesta del sur de España que un amor entre diversos o un planteamiento del norte de Europa. Desenfreno tal vez no suficientemente explicado, sexo y fiesta, dolor y dudas.
Buena escenografía, buena musicalidad e iluminación, mal sonido. La figura de Rafael Amargo a veces sobra. No es necesario estar siempre en el escenario, incluso a veces NO estar supone que al volver si coga con más ganas. No tenía su día o su mes un Rafael Amargo que se cansaba mucho antes que sus compañeros de un trabajo duro, donde se entrega al público sobre todo una composición artística buena, llena de hermosos cuadros y de un ballet contemporáneo que a veces quiere ser clásico y otras histórico.
El conjunto como obra musical de ballet moderno funciona. Como obra clásica que nos quiere contar una historia… ya no tanto. Algunos protagonistas de la Compañía simplemente excelentes, lo mejor de toda la noche.