Alguien —Duchamp— logró convertir una taza de urinario en una obra de arte simplemente dándole la vuelta 180 grados. Pero le añadió algo. La firma. Y la osadía de presentarlo en una magna exposición de obras de arte.
Una tortilla deconstruida en un restaurante de lujo y nombre puede ser un buen plato de 60 euros. Esa misma tortilla en el bar de abajo es un día de mierda del camarero. Depende. Al de abajo no le piensas pagar, al de los 60 euros le dejas propina y sales encantado de que te haya hecho un hueco para poderte atender.
Yo creo que al ARTE le damos a veces mucha más importancia de la que el propio arte nos reclama. Yo prefiero quedarme en la parte baja de importancia y así poder disfrutar más de casi todo lo que me parece arte. Me conformo con poco. Por ejemplo con que simplemente provoque.
Un plátano pegado a una pared de una conocida sala de arte es una Obra de Arte. Pegado en la pared de un mercado de barrio es una gamberrada. Puede ser incluso el mismo plátano. En realidad no es el plátano la Obra de Arte sino la acción de poner el plátano pegado en un sitio determinado.
Cuando Mauricio Cattelan puso su obra “Comedian” pegado en la pared del Miami Art Basel no pensó en vender un plátano pegado con cinta americana, sino en provocar al propio arte que lo había separado durante 15 años y del que se quería reír a costa de hacernos reflexionar si cualquier cosa puede ser considerada Arte. Pues depende.
¿Valía los 120.000 dólare que alguien dijo que pensaba pagar por la obra de arte del plátano, antes de comérsela otro artista? Pues sin duda no. Incluso su precio servía para poner en valor artístico a la pieza en su conjunto. Sin precio alto es posible que nadie considerase aquello como una obra de arte.
No es que seamos tontos, que también, es que simplemente nos movemos en parámetros que no siempre son lógicos. ¿Puede ser lógico el arte surrealista?