Nunca sabremos quién fue la última persona que abrió la puerta. Ni la última persona que llamó. Nunca sabemos —cuando estamos— que ya no volveremos al mismo lugar. Nunca intuimos que esa es la última vez en que te veré (verá) con vida.
No es posible despedirnos, nadie lo intuye cuando media mucho (o poco) tiempo. Pero siempre hay una última vez para todo, aunque no podamos ni imaginárnoslo.
Son las despedidas nunca previstas, los adioses sin planificación, los "hasta luego" que se convierten en adiós sin adiós. Los trucos negativos de la vida que no podemos jugar con ellos.