La obra encargada a un Goya ya mayor y que pasaba unos años cuestionado por sus últimas obras entre las que se encontraban Las Majas recibió este encargo por mediación de su amigo Ceán Bermúdez que intentaba de esta manera que Goya volviera a ser considerado un pintor nada obsceno que de alguna forma volvía a las pinturas religiosas.
En ella podemos ver a las Santas Justa y Rufina, hermanas sevillanas ambas, que portaban los símbolos del martirio, los de su profesión de alfareras y a un león a sus pies que es como dice la leyenda que sucedió cuando fueron lanzadas a los leones en el anfiteatro.
Esta obra no gustó nada en el mundo sevillano de la época, sobre todo porque hubieran preferido que se realizase por un artista andaluz en vez de por un aragonés venido desde Madrid. Para criticar la obra solo supieron decir que se basó en dos modelos sevillanas muy conocidas y que ambas eran prostitutas.