Uno se hace mayor cuando te lo reconocen los demás en silencio, pero hay otros sistemas para detectar a los preancianos, estos seres extraños y algo grises como no seamos capaces de tomar decisiones atrevidas y que empezamos a tener una edad suficiente aunque todavía creemos que podemos dar el tipo ante cualquier situación.
Un detalle importante para detectar si nos estamos haciendo mayores es observar si ya tomamos medicinas de manera crónica. En cuanto una persona empieza con la pastillita diaria para esa tontada que no es nada…, ya hemos empezado a caer.
Un colesterol algo tocado, un dolor idiota que no se sabe bien de dónde viene, alguna pequeña depresión sin motivo, algo de ayuda para dormir mejor. Son ligeros síntomas de que la mecánica empieza a sufrir algunos desajustes. Unos pelos que nacen donde no deberían, otros que se van para siempre, algunos cansancios, ciertas torpezas. La badana del motor ya no cierra como antes y hay pérdidas.
No olvidemos nunca que nuestros antepasados se morían de viejos en cuanto enfermaban de algo, y por mucho que deseemos seguir aquí eternamente, estamos a costa de los avances de la humanidad, de la sociedad que estudia.
Y es bueno recordar —para consolarnos al menos— que no todos los ciudadanos del mundo tienen la misma suerte que nosotros. Nosotros estamos en manos de los laboratorios que nos ofrecen pastillas, pero la inmensa mayoría no tienen esa suerte. ¿Pero… es suerte o negocio?