En cualquier trabajo artístico que creemos, la línea es fundamental pues es nuestra forma más básica de creación. Casi todo son líneas o sucesión de líneas, de trazos, de pinceladas que contienen todo el trabajo, pues esas líneas se van convirtiendo en masas, formas, dibujo, perfiles o detalles. La línea es nuestra mano, nuestra forma de realizar el trazo.
Pero las líneas pueden ser de muy diversa forma y en casi todos los casos estas líneas forman parte de nuestra propia personalidad creativa. Cada uno de nosotros tenemos una particular forma de trazar las líneas.
Son rápidas o lentas, nerviosas o tranquilas, suaves o contundentes, la suma de trazos pequeños o una línea continua, lisas o rugosas, enfadadas o histéricas, alegres o desenfadadas.
Y casi siempre esta manera de trazar nuestras líneas nos van a ir acompañando en el tiempo, aunque también es cierto que se irán modificando con el paso de los años y de las obras. Gran parte del resultado final de cada obra dependerá del tipo de trazo o de línea que nosotros hagamos con la herramienta que al final decidamos utilizar.
Por eso es importante conocernos, trazar garabatos en nuestros inicios de creación, saber qué queremos trazar o realizar e intentar dominar las diferencias entre lo que queremos y lo que sabemos o logramos hacer con las líneas. Educar nuestra mano para que nos realice aquello que deseamos hacer.
Porque esto mismo será lo que a veces sin darnos cuenta nos hará elegir el tipo de pintura que al final elijamos. El mismo tipo de trazo o de línea que seamos capaces de hacer bien, es el que nos llevará a elegir óleo, acuarela, puntillismo, abstracto o clasicismo. Conocernos es fundamental.