Joan Miró sería uno de esos casos. Grabador, dibujante, pintor, escultor, ceramista, grabador, además de trabajar el detalle en sus inicios cambió a un tipo de pintura naif que le inició en ese tipo de arte que busca reencontrarse con los trabajos y formas infantiles, hasta que definitivamente entró en el surrealismo y el trabajo de los sueños, de las formas y colores, de una vuelta al pensamiento artístico más primitivo, más infantil, por el que lo conocemos.
Vemos aquí dos ejemplos bien diferentes de Joan Miró. Un trabajo naif “Montroig” y otro serigráfico mucho más de sus años maduros “Sol y Lunal” donde las formas y el color marcaban su trabajo, su poesía, su pintura. Un trabajo que parece infantil, que cualquier persona puede hacerlo, fácil, con unos colores muy básicos y unos trazos muy gruesos, donde simplemente Miró se inclina por mostrarnos formas y sentimientos, líneas que delimitan o marcan separaciones indicando que todas ellas sirven y ayudan para entender mejor la obra.
Sol y Luna, separadas por línea blanca y con distintos fondos de color. Simplificación máxima de una expresión surrealista de la realidad natural.