Para un niño que se pone a dibujar, una persona es una persona, un elemento. No es la suma de ojos, nariz, boca, etc. Por ello a la hora de dibujarlos lo hace sobre su totalidad. Y según crece en su formación completa añade a los elementos globales detalles variados que siguen sin ser partes independientes, sino detalles de lo global.
Por ello parte de la formación artística en edades tempranas que se basa en ensañarles a que se fijen en los detalles, es un pequeño fracaso pues en primer lugar el niño bebe de sus conocimientos globales y de su desarrollo en todas las áreas cognitivas, y en segundo lugar, pretender que se aparte del todo global, para centrarse en los detalles y las partes, logra lo contrario de lo que se pretende.
El niño cuando dibuja una persona, para él, todos los elementos tienen igual de importantes. Si dibuja una familia todos sus integrantes están diciendo cosas. Si dibuja un árbol tiene la misma importancia el tronco como las hojas o las ramas.
A partir de estos detalles o brochazos, cabe preguntarnos de qué manera veía Miró o Picasso o Goya lo que ellos pintaban. Tal vez así entendemos mejor sus formas, sus pinturas esas obras que a veces nos parecen brochazos sin sentido.
Por ello parte de la formación artística en edades tempranas que se basa en ensañarles a que se fijen en los detalles, es un pequeño fracaso pues en primer lugar el niño bebe de sus conocimientos globales y de su desarrollo en todas las áreas cognitivas, y en segundo lugar, pretender que se aparte del todo global, para centrarse en los detalles y las partes, logra lo contrario de lo que se pretende.
Enseñémosles formas, globalidades, sombras y luces, puntos de vista, y exijamos que cada vez sean más detalladas pero sin perder de vista que lo importante es su propio punto de vista “del todo”. Que hay que pulir, sin duda, pero que nunca deberíamos dominar o retorcer.
El niño cuando dibuja una persona, para él, todos los elementos tienen igual de importantes. Si dibuja una familia todos sus integrantes están diciendo cosas. Si dibuja un árbol tiene la misma importancia el tronco como las hojas o las ramas.
A partir de estos detalles o brochazos, cabe preguntarnos de qué manera veía Miró o Picasso o Goya lo que ellos pintaban. Tal vez así entendemos mejor sus formas, sus pinturas esas obras que a veces nos parecen brochazos sin sentido.
En realidad les ha costado muchos años desaprender lo mal que habían aprendido a pintar y dibujar, para volver al dibujo y pintura de su niñez, al imaginativo y esquemático al máximo, con formas que pueden estar queriendo decir lo mismo que si tuvieran todos los detalles máximos de la cara y las manos.
¿Para qué queremos mostrar (por obligación) todo tipo de arrugas de la frente de un personaje que no conocemos, si lo que nos interesa decir es que había amor entre dos personas afines, mientras ellos miraban entrelazados por una ventana y un jarrón de bellas formas estaba sobre la mesa, contrapesando las formas y los colores?
Esta misma explicación anterior sirve para una obra de Miró de Picasso o de Goya, y los tres harían obras muy diferentes, y además es posible que en los tres casos se saltaran a la bartola los detalles, para profundizar más sobre las formas, las miradas, las posturas. Para lo “exacto” está la fotografía.
¿Para qué queremos mostrar (por obligación) todo tipo de arrugas de la frente de un personaje que no conocemos, si lo que nos interesa decir es que había amor entre dos personas afines, mientras ellos miraban entrelazados por una ventana y un jarrón de bellas formas estaba sobre la mesa, contrapesando las formas y los colores?
Esta misma explicación anterior sirve para una obra de Miró de Picasso o de Goya, y los tres harían obras muy diferentes, y además es posible que en los tres casos se saltaran a la bartola los detalles, para profundizar más sobre las formas, las miradas, las posturas. Para lo “exacto” está la fotografía.