20.12.18

Música para el final de 2018. O para empezar el 2019

Porque no todos tenemos familia, porque este montaje durará lo que duren las madres de la postguerra y las familias que necesitan hacer posturas, pero porque son días en que muchas personas tenemos demasiado tiempo para pensar y un día demasiado corto como para aprovecharlo tomando el aire y cansando el cuerpo, allá van mis recomendaciones o, más bien, cinco emociones musicales del año.

No se me han ocurrido solas y tienen padres y madres, las he escuchado en mis refugios o las han compartido amigos queridos de la infancia. No se circunscriben al año. Son emociones, no tienen metrónomo de anualidad, solo me han pasado.

1.- This is America, Childish Gambino.
Me llegó como un soplo en el final de la primavera, en una noche en que me pusieron música que no conocía hasta reventarme de felicidad. Un alegato inteligente sobre a qué conducen las sociedades parceladas, abandonando a los perdedores por su bien.

Fue una enorme recomendación de Jose, del Rekonkista. Así como la impagable versión del “Sound of Silence” del gran Disturbed

2.- Elevation of Love. EST, Esbjörn Svensson Trío.
Sí, Svensson murió hace tiempo, pero ha caído especialmente en mi mente este año. Su música metálica pero no gélida, de agua límpida de fiordo de glaciar en retroceso, tiene un grado de mezcla, calidad y calidez europeas que saca de Zaragoza.

Son músicas nórdicas que recuerdan a su también enormemente inteligente literatura, en que siempre se habla de tú.

Especialmente cuando se escucha en el intemporal y atemporal “Rigtime” de mi querido Jesús Laboreo.

3.- Truth, Kamasi Washington.
Completamente opuesto pero compartiendo ambición y gusto por franquear límites, este enorme en todos los sentidos saxofonista. Que tiene sobre sus anchísimos hombros el futuro del jazz por herencia directa del último Davis.

Ambicioso, sutil y devoto como un servidor del afrobeat nigeriano. Enormes sus tres discos con distintos brochazos gordos goyescos que de lejos se ven mejor.

4.- Lean on Me, Jose James
De mi grupo de fanáticos para bien musicales del colegio, selecciono esta enorme recomendación de Carlos López Ortiz. Este músico lo conocía pero no había reparado en él.

Lo consideraba un Terence Trent d’Arby, lo que no es poco decir. Me equivocaba, es un músico americano gallardo y robusto conjugador de la Motown de Marvin Gaye con Jamiroquay-Daft Punk.

Forma parte de esas eclosiones que devuelven a la música americana la iniciativa por emoción.

5.- Cena recalentada, Iván Ferreiro
Soy de los que sostiene que después de los 80 y debido a Seattle y Nirvana, se hizo muy buena y mucho menos moña música. De aquellos lares proviene el sutil Iván Ferreiro. Que empieza a padecer una mezcla entre mi imagen y la de Beiras. Pobre…

En 2018 ha vuelto sobre los pasos de esa herencia yacente, nunca liquidada, a beneficio de muchísimo inventario como es el legado vigués de Germán Coppini y Golpes Bajos.

Sólo por tender ese puente meto a Iván entre el pelotón de destacados, aunque es menester otorgar un enorme accésit a nuestro Raúl Usieto, alias Pecker que para Julio Puente supone una nueva ilusión de primer amor.

20.12 Luis Iribarren