Judie Dench recibe el Premio Donostia en loor de multitud y esparciendo su glam de quinina de gintonic. Aparece en el escenario escuela inglesa de tweed, elegantísima y atractiva, saludando incluso en euskera a la parroquia. Yo me pongo modo nostálgico y me acuerdo de Roxy Music en los tiempos del cólera, del post-punk, y pienso… qué mujer tan maravillosa.
Esa mujer con la que vivir del Gran Hotel Marigold, esa jefa competente y fascinante por distante pero tierna en 007, qué dos papeles más opuestos y contrapuestos pero con su sello normal-glamuroso.
Persona flexible, que parece que se tome su tiempo porque se lo toma y la cámara se para no artificialmente como en la Nouvelle Vague para aburrirte mortalmente, sino modo ruletas de Zidane al servicio del equipo.
Esa actriz que navega las aguas de la edad sin renunciar a quitarle expresividad a sus ojos, que no combate contra su propia naturaleza ni condición física con el paso del tiempo. Pareja de Connery o Freeman en cuanto a mejorar con los años como determinados, pero pocos, vinos de Haro. Sutil contrapunto del más sutil todavía Bill Nighy –ese hombre con marchamo de no machismo grabado en su expresión-: la boca siempre entre abierta en rito sutil inglés de sonrisa epicúrea sin dientes.
Excelentes junto a Tom Wilkinson en la conformación de un elenco de falsos secundarios.
Actores y actrices normales, que nos representan, alejados del glamour madrileño que la alta sociedad española fundamenta en vestirse para cazar y mirar, finalmente, de forma poco tierna y con mucha Vox. Que la alta burguesía catalana o de la Corona entiende que es ocultarse y diferenciarse del verde cazador con botas altas, buscando unas no raíces medievales en los poetas trovadores provenzales y sus calzas y vestimentas monolíticas de colores apagados, para que luzca mejor la señera aragonesa.
Glamour del que tampoco entienden los sionistas ultraortodoxos , albano-kosovares o rusos de Crimea en conflicto, atraviados siempre como monos o pantalones con muchos bolsillos, propios de los guías para avistar leopardos en el parque Kruger. A la caza de la persona, simulando la caza del animal. A lo Cocodrilo Dundee, pero esto no es un juego sino la caza hoy del druso en Líbano o del palestino de Gaza nunca sin querer. ¿Mañana?
A España le falta glam para tener unidad de España: las camisas de cuadros de Donosti, los pantalones rollo Armani de Barcelona, la caza con barroco madrileño-albero-sevillana, requieren una reforma de la Constitución en este punto.
O los aragoneses seguiremos marcando la pauta con nuestro desaliño indumentario, reflejo de aliño introspectivo. Porque no todo vale, porque Judie Dench representa una opción posible de artesanía y buena educación, de flexibilidad en la firmeza. Looking for Judie here… maybe our mothers, making her own clothes…
No todo está perdido: pero Aragón y España somos una excelente sociedad para vivir cómodos, comer, amagar pero no dar o para el carpe diem, sí, a la que le falta las gotas de glamour de determinados ingleses o portugueses. Demasiada velocidad siempre que me arruga y os arruga, cada día son dos a diferencia de en otras latitudes, tres si ocultas tu vida privada excepto a tí mismo y ni eso.
No podemos estar revisando un vino que tiene 2.100 años, como el Cariñena, con incesantes campañas de márketing para empezar siempre desde cero. O es un vino fino –que no- o es un sutil vino guerrillero desde Roma. La imagen de marca requiere ponerse de muestra, como los perros de la codorniz.
Hay que hacer tradición positiva, no correr tanto que se nos cae el encanto de nuestro propio espanto.
31/10 Luis Iribarren